En un rìo de la region de Okayama, una vieja mujer lavaba su ropa. Una mañana de un dìa cualquiera, arrastrado por la corriente alegre del rìo, venia flotando un durazno enorme, carnoso y de color rojo. Ella lo sujeto con las manos y lo llevò a la mesa de su hogar.
Allì, junto con su marido, vio que en lugar de un carozo venìa un hermoso bebè humano. Los esposos quedaron asombrados.
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