El destino de Platero no fue ser
cabalgado durante una batalla
glorioisa; tampoco el de convertirse
en el compañero de un famoso hèroe.
No tuvo la fama ni la inmortalidad
de algunos caballos; sin embargo, su
lugar en el mundo, el de alegrar la vida
de un niño, es tal vez el honor màs
grande que un burro pueda vivir.
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